CAPITULO CARACAS

"Contra el imperialismo, donde quiera que este"

domingo, 25 de marzo de 2012

Homenaje a Monseñor Óscar Arnulfo Romero

La Poesía Recuerda al Monseñor de Los Pobres

Monseñor Óscar Arnulfo Romero: Santo Mártir de El Salvador y expresión de la verdadera Iglesia.


En esta oportunidad la Gran poetada rinde un homenaje sencillo, desde un lugar rodeado de historia como es Catia, en un trozo de esa línea que atraviesa el corazón del sector, un bulevar lleno de vida recuperado por esta Revolución Socialista; el cual se extiende desde la plaza Sucre hasta La Silsa, pasando por la estación Plaza Sucre, La Plaza Pérez Bonalde y La estación del mismo nombre. Es aquí donde nos encontramos un puñado de poetas, cultores y cantores, FEDEFAN
(Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos) y la C.A. Metro de Caracas para mantener la memoria histórica y homenajear a este hombre que vivirá siempre en nosotros.



Es así como el Camarada Jesús Bracho nos relata un revelador artículo de Julio Carrillo, para luego ceder la oportunidad a la compañera Judith Galarza directora de la FEDEFAN, quien nos azuza a no olvidar la historia terrible de las y los desaparecidos por los regímenes auspiciados por el Imperio y las burguesías en los paìses de Latinoamerica. Con su voz tenáz y cargada de un sentimiento que desprende olores de revolución, el Poeta Efraín Valenzuela presenta el contenido esencial de La Gran Poetada, Danza Metro a Metro, Néstor Francia, Cultura Neruda (Aragua), Cultura Rebelaos (Táchira), Neguel Machado, Dagil Ochoa, Moisés Correa (patrimonio cultural viviente del Distrito Capital), Caricuao en Ritmo, Jesús Mijares (quien dio inicio a la exposición e interpreto entre otras la canción de nuestro padre cantor Alí Primera Sombrero Azul, homenaje al pueblo salvadoreño), entre otros.



Un sencillo acto abre la faena con la inauguración de una exposición de afiches, el cual hace referencia a la vida de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y la violencia que se vivió en esos años y que terminaron con su asesinato; luego se procedió a realizar la actividad en pleno bulevar al calor de la Poesía y el Canto.



A continuación presentamos parte del artículo de Julio Carrillo Mérida que es un relato muy clarificador de esta parte de nuestra historia Latinoamericana.

“Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.”



“Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado.”

“La iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación.”

“Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios; Cese la represión.”



Eran las palabras de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el mártir de América, proferidas horas antes de su horrendo asesinato. Fueron pronunciadas el día domingo de ramos, el 23 de marzo, ante un auditórium abarrotado de feligreses participantes que siempre le acompañaban atraídos por la justeza y valentía de su prédica, de su misión pastoral liberadora, plena de lucha, de esperanza, pero sobre todo plena de liberación. Para ello no necesitaba salirse de los principios doctrinales de su iglesia, bastaba buscar y difundir el mensaje de Jesús, de Cristo, que es la esencia de la doctrina católica. Allí está el núcleo del mensaje en la dignificación del hombre.



La pureza de su mensaje, el hondo contenido de sus homilías no eran nuevos. Ya en la del 11 de marzo de 1979 afirmaba: “La Iglesia tiene que despertar conciencia de dignidad, la conciencia cristiana que nuestras comunidades van tomando a la luz del Evangelio, donde comprenden que un hombre aunque sea jornalero, es imagen de Dios. . . eso es Palabra de Dios que ilumina al hombre”. Con su verbo directo, de hablar suave pero firme, con palabras sencillas, demostraba la justeza de su tesis, confirmando lo del hombre a imagen y semejanza de Dios, el evangelio suministrando los principios para demostrar la igualdad de todos los hombres.



El Salvador es el país que sirvió de escenario a este horrendo crimen. Para entonces, parte del cuadro socio-económico de América Latina se expresaba en cifras que por su magnitud despertaban (y aún despiertan, pues el cuadro es casi el mismo o peor) la indignación, malestar y protesta de cuanto ser tuviera consciencia en el universo. Para 1980, de cada 10 personas, 8 vivían en países pobres; de cada 10 personas, 6 carecían de atención médica. Diariamente nacían en el mundo 300 mil niños, de ellos cada 11, 10 nacían en los países pobres.


En sus homilías la verdad cabalgaba sobre sus palabras, el Evangelio guiaba su pensamiento y acción, la denuncia era su instrumento para destruir lo que por un lado expresaba verbalmente el gobierno y el imperialismo y por el otro ejecutaban. Abismos telúricos entre ambas posiciones. Y aquí admiramos a Monseñor, quien casi sólo, no en cuanto a feligresía, o al respaldo de otras organizaciones religiosas como la Maryknoll de USA (¿cierto Leopoldo Castillo?), sino en cuanto a las jerarquías mismas de su iglesia, se atrevió a desafiar aquel monstruo, complejo imperialista-oligarquía salvadoreña, con éxito.



La fuerza de la verdad de sus palabras le transformó en un enemigo de grandes proporciones para los planes de sometimiento que tenían esos monstruos, esos asesinos, para con El Salvador. Hasta la embajada de Venezuela en ese país, su embajador y otros, (recordemos la triste participación de Arístides Calvani), formaban parte de esa gigantesca comparsa montada para impedir el triunfo de un pueblo sobre su propio destino, su propia historia.

Monseñor Romero no pedía mucho, no exageraba, no se desbordaba en sus peticiones: “justicia y paz para su pueblo y para sus pobres.” Por ello, el monstruo decide su liquidación física, eliminarlo, acallar la “voz de los sin voces”, creyendo que de esa manera liquidaban ese proceso de lucha. Es la estrategia permanente, si falla la hegemonía ideológica, el esclavo, el sirviente, amando a su señor, a su esclavista, gracias a los medios de incomunicación, a las instituciones religiosas que violentan sus doctrinas y a las instituciones educativas, la salida es la agresión directa. Ello se pudo ver en El Salvador. Ello se pudo apreciar en la figura de ese gran Pastor de la Liberación, el Mártir de América, Monseñor Romero, y, es un poco lo que pasa en Venezuela.


Los actores son los mismos aunque los tiempos sean otros: El imperialismo, la oligarquía, la Conferencia Episcopal Venezolana, los infelices lacayos de Súmate, Primero Justicia, AD y COPEI, y sus estrategias paramilitares y terroristas. Sólo que en Venezuela morderán el polvo. Ya los pueblos latinoamericanos se hartaron de la “libertad, la democracia y la justicia gringa", están concibiendo su propia justicia, democracia y libertad a la medida de sus pueblos, de sus necesidades. Un ALBA frente al ALCA. Un estadista de gran talla como Chávez y su pensamiento bolivariano, fundado en la historia y los intereses de los pueblos oprimidos frente al imperialismo y la oligarquía continental.



Por eso, por buscar la felicidad del hombre, por enaltecerlo frente al monstruo de la oligarquía y el imperialismo gringo Monseñor Romero fue asesinado para que su voz, casi solitaria, irrumpiera posteriormente en millones de voces que protestan y luchan contra la injusticia. ¡Gloria al Mártir de América!

JLH24

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